24 setembro 2001

El caso de analista impacta a expertos en Washington

"Era una de las joyas de la corona", opinó una fuente

RUI FERREIRA / El Nuevo Herald

El arresto de la analista principal sobre Cuba en el Pentágono, Ana Belén Montes, acusada de espiar para la isla, ha provocado un impacto tan profundo, que muy pocos quieren ahora hablar de ella en Washington o dentro de la comunidad de inteligencia del país.

Después de todo, Montes era una voz escuchada en el medio académico, pero también era miembro de uno de los círculos más cerrados de la capital.

Sin un nombre formal, es conocido entre sus integrantes como el ``grupo de trabajo interagencias sobre Cuba'', y reúne la crema y nata de los especialistas sobre Cuba de todas las agencias federales, desde la Agencia Central de Inteligencia (CIA) hasta el Servicio de Guardacostas, sin olvidar la mismísima Casa Blanca y el Departamento de Estado.

Sus integrantes se conocen entre sí, pero fuera de ellos muy pocos saben realmente a qué se dedican.

Según dijeron varias fuentes a El Nuevo Herald, en esas reuniones Montes era sumamente discreta.

``Nunca la vi sonreír'', dijo una de ellas.

Pero era escuchada.

``Sus criterios era objetivos; aunque a veces su pensamiento era minoritario entre ellos, no dejaban de oírla'', añadió otra fuente.

``Era una de las joyas de nuestra corona'', dijo una tercera.

Como analista principal para Cuba de la Agencia de Información de Defensa (DIA), Montes tenia acceso a prácticamente a todo lo que la comunidad de inteligencia recogía sobre la isla y sabía todo lo que el Departamento de Defensa conocía en relación a las actividades militares cubanas.

Como comentó el ex director de Radio Martí, Ernesto Betancourt, ``estaba en una posición única de influenciar los acontecimientos y análisis''.

Por eso, añadió, ``es posible que haya estado detrás de esa aseveración oficial de que Cuba no constituye una amenaza militar para Estados Unidos''.

A fines de marzo de 1998, el Pentágono envió al Congreso un informe clasificado concluyendo que Cuba no planteaba una amenaza significativa para la seguridad nacional estadounidense.

La afirmación fue renovada a raíz del juicio en Miami de cinco hombres acusados de espiar para la isla, donde oficiales retirados de las fuerzas armadas sostuvieron la misma línea de pensamiento.

Montes estuvo en la isla en 1998, dos meses antes de la presentación del informe al congreso, por ocasión de la visita del Papa Juan Pablo II, cuando diversas agencias federales desplazaron a la isla funcionarios para observar de cerca el periplo.

Las autoridades creen que Montes empezó sus presuntas actividades de espionaje antes de 1996, y en una declaración jurada enviada a un tribunal de Washington D.C. aseguran que envió mensajes a aparentes agentes cubanos el año 1996 y han obtenido evidencias filmadas y grabadas a partir de mayo de este año.

Una fuente de la fiscalía federal en Miami, dijo a El Nuevo Herald que el FBI empezó a seguirle la pista a consecuencia de las investigaciones sobre la llamada Red Avispa, desmantelada en el sur de la Florida en septiembre de 1998.

``Ella usaba exactamente el mismo método de comunicación que la gente de la Red Avispa'', añadió la fuente.

Según el oficial del FBI Stephen A. McCoy, Montes presuntamente entregó a los cubanos detalles de un ``Programa de Acceso Especial'', tan secreto que no pudo siquiera ser detallado ante el tribunal, el cual pudiera ser un sistema altamente clasificado para recoger información en la isla, por satélite o informantes en el terreno.

``Sólo dos en mi oficina sabemos de esto'', escribió presuntamente Montes, en un informe que envió a la isla, según el FBI.