Conmoción por muerte de Schiavo
PINELLAS PARK
Al principio nadie lo creyó, todos pensaron que era un rumor más, de los muchos que circularon en las últimas 24 horas; pero de repente se escuchó un grito y todos se enteraron de que Terri Schiavo había fallecido.
Las cadenas de televisión interrumpieron la programación, los activistas religiosos se tiraron al piso a llorar o se arrodillaron a rezar, y toda la escena fue tragada por el ensordecedor ruido de dos helicópteros que todo lo querían captar desde los cielos.
''Ha muerto Terri'', confirmó el padre Paul O'Donnell a un grupo de periodistas, pero sus palabras fueron escuchadas por los activistas, y pronto nadie dudaba que la tragedia se había apoderado del terreno alrededor del hospicio donde Schiavo pasó sus últimos años.
Fueron minutos impresionantes. Dos niñas se agarraron a su madre llorando; un hombre tuvo que sostener a su esposa desmayada para que no cayera al suelo; una mujer sacó un cartel que decía ''Los tres son de la misma especie'', y tenía las fotos del esposo de Terri, Michael Schiavo; del actor O.J. Simpson, y de Scott Peterson, quien asesinó a su esposa, Laci.
Pero lo que más hicieron los activistas fue arrodillarse y rezar. El padre Thaddeus Malanowsky congregó a una docena de fieles a su alrededor y comenzó a hablarles de Terri, comenzó a consolarlos.
Con una niña en una mano y un niño asido a la otra, Malanowsky dijo al grupo que la vida de Terri no fue en vano, sino que "ha sido una inspiración que ustedes llevaron de por siempre por vuestra vida, porque nunca se olvidarán de estos días que han estado aquí``.
Y apuntando hacia una enorme cruz de madera con un Cristo tallado, añadió: "El, que todo lo ve, para siempre va a juzgar el comportamiento de bondad y desprendimiento que ustedes manifestaron estos días.
''No hay nada que explique lo que el sistema judicial ha hecho a esta mujer, jamás le dieron una oportunidad de vivir'', dijo Alouisa Matson, una activista religiosa, que tan pronto se enteró del fallecimiento, se aferró a una hermana y, juntas, comenzaron a llorar copiosamente.
A su vez, el activista religioso Randall Terry, portavoz de los padres de Schiavo, Bob y Mary Schindler, dio una conferencia de prensa en la cual lloró la mayor parte del tiempo.
''Todavía me niego a creer que hemos llegado a este punto, siempre pensé que íbamos a asistir a un milagro y ella iba a sobrevivir. Ahora no nos queda mas que rezar'', dijo.
Dawn Kozsey, un músico que en estos días permaneció en las afueras del hospicio tocando ocasionalmente su guitarra, también lloró cuando se enteró de la muerte de Terri.
''No hay palabras que expresen la rabia que llevo dentro de mí. Sí, mi corazón se ha roto con esto'', dijo.
''Ustedes han visto un asesinato en vivo. Todos los que le negaron el derecho a vivir son cómplices de su asesinato y Dios lo sabe'', gritó a los periodistas Dominique Hanks, una mujer descapacitada, que se desplaza en una silla motorizada, y que todos estos días mantuvo una vigilia permanente alrededor del hospicio.
Para Charles Jordan, un afroamericano que vino de Tampa, la muerte de Terri "debe ser una luz sobre la necesidad de revisar los procedimientos legales''.
''No es justo que un marido vaya en contra de los deseos de la familia que le dio la vida sólo porque la ley lo dice'', sostuvo.
Pero hubo también quien respiró aliviado con el fallecimiento de la mujer. En estos días que duró el improvisado campamento alrededor del hospicio, muchos de sus huéspedes y familiares se quejaron del ruido, las luces de televisión y la algarabía frente a una instalación clínica que se pretende sea un lugar de descanso.
''Me alegra que todo se haya acabado y volvamos a la normalidad. Ha sido algo difícil para todos. Estoy seguro que ahora, ella [Schiavo] está más feliz'', dijo Ed Emerson, de 71 años, uno de los residentes del hospicio.
No sólo en Pinellas Park la muerte de Terri tuvo un impacto. En Huntington Valley, Pensilvania, la ciudad donde nació, el fallecimiento provocó una ola de consternación.
El cuñado de Schiavo, Scott Schiavo, dijo en una entrevista televisiva que se sentía mas tranquilo ahora que todo ha terminado.
"Terri está descansando, y eso es lo más importante para todos nosotros, mi familia, que Terri esté en paz y en un lugar mejor''.
Scott, quien sostuvo que Terri le dijo una vez que nunca quería vivir artificialmente, añadió que con su fallecimiento, Michael Schiavo "recuperó su dignidad''.
En la escuela secundaria de Warminster, donde Schiavo estudió, los empleados cambiaron un cartel que decía ''Rezamos para que puedas vivir'' por otro que dice "Rezamos para que descanses en paz''.
Alan Zakuto, un pediatra que vive frente a la que fuera casa de Schiavo dijo estar en desacuerdo ''con lo que le hicieron'', porque "mientras una persona está viva, se debe hacer todo lo que se pueda para ayudar a esa persona, porque hay siempre una posibilidad''.