RUI FERREIRA / El Nuevo Herald
Seis meses con Fidel Castro fuera de la escena política cubana no han traído grandes cambios, en Cuba no ha habido una transición política hacia la democracia, pero los analistas hablan de una bien planificada sucesión en el poder que pudiera ser --e insisten demasiado en el ``pudiera''-- el inicio de un rediseño de la estructura del poder en la isla y una reformulación del sector económico.
Pero, además, la inercia estadounidense en las semanas y meses siguientes al traspaso del poder, analistas la están atribuyendo a una falta de visión en los corredores del poder washingtoniano. Los observadores opinan que la administración gastó millones de dólares estudiando respuestas a una eventual transición política, pero obvió lo que allí realmente está aconteciendo: una sucesión.
''Era la situación más previsible, pero nadie pareció prestarle mucha atención'', dijo Peter Hakim, el director de Diálogo Interamericano, un centro de análisis con sede en la capital norteamericana.
''Durante todo este período ha habido cambios en La Habana, pero en Washington y en Miami no ha pasado nada, y me pregunto cómo es posible que Estados Unidos no estuviera preparado para eso'', comentó Hakim. ''Exceptuando el documento del coordinador [de la comisión presidencial de apoyo a una Cuba Libre, la administración] dio una idea clara de que no sabía qué hacer'', amplió.
Esa idea terminó reflejándose en Miami, en el exilio cubano, ''donde la comunidad quedó esperando que la administración le dijera algo'', agregó Hakim.
Desde el traspaso de poder --y usando un término deportivo--, el mensaje de la Casa Blanca ha sido ''quietos en base'', con la explicación de que cualquier evolución de la sociedad cubana hacia su futuro debe partir de los cubanos en Cuba, lo cual ha provocado recelos entre los exiliados.
No obstante, para el director del Centro de Estudios Cubano y Cubano Americanos de la Universidad de Miami, Jaime Suchlicki, la administración nunca obvió la posibilidad de una sucesión del poder en la isla.
''Ellos sabían que existía esa opción. Ahora, ¿cuáles son las alternativas? Negociar con Castro o apretar las tuercas'', afirmó Suchlicki. ''El asunto es que no creo que los americanos quieran lanzarse por sí solos, sino que esperan a que haya una posición común de todos los países de la comunidad internacional sobre la necesidad de elecciones [en Cuba], e inclusive con España en ese grupo, que le ponga presión a un gobierno sucesor'', subrayó el académico.
En este primer semestre de la ausencia de Castro, Sucklicki cree que si bien no se esperaban grandes cambios políticos o económicos, sí han pasado ``dos cosas interesantes''.
''Una es la subida de Ramiro Valdés [nombrado ministro de Comunicaciones e Informática], una posición clave en el gobierno que indica un reforzamiento de la vigilancia y control, así como una movida de Fidel para que no hubiera disidencias dentro de la revolución'', señaló Suchlicki.
La otra es la reanudación de una vieja amistad: ''La forma del acuerdo [comercial] con Rusia, como precaviendo la posibilidad de que fallara Venezuela'', añadió el analista, quien no vislumbra cambios sustanciales por un tiempo. ''Si va a abrir alguna apertura será pequeña y a largo plazo, no un modelo chino'', enfatizó.
No obstante, hay quien detecta una cierta evolución dentro del régimen.
''Ha habido pequeños cambios que nos indican hacia dónde va Cuba quizás en los próximos meses u años. Ya quisiéramos que fueran muchos más, que hubiera democracia mañana, pero tenemos que analizar esto fríamente'', dijo Frank Mora, profesor del National War College.
El 26 de julio del año pasado, por ocasión de las festividades de esa fecha, Castro apareció por ultima vez en público en un discurso de una hora y 49 minutos. Cinco días después, su secretario privado sorprendió a los cubanos y al mundo al leer una carta presuntamente escrita por el gobernante, en la cual anunciaba el traspaso de poderes a su hermano, el general de ejército Raúl Castro, al tiempo que reveló el padecimiento de una grave dolencia intestinal.
Desde ese 31 de julio, Cuba ha estado bajo el gobierno del otro Castro, el general, secundado por un virtual ''gabinete de crisis'', compuesto por seis altos miembros del gobernante partido comunista nombrados por el enfermo gobernante en la misma carta donde traspasó los poderes a su hermano.
''La [reciente] polémica de los intelectuales, airar públicamente una crítica a antiguos funcionarios, era impensable hace seis meses; también ha surgido un debate entre los economistas, incluso con la participación de los que fueron separados en 1996 [de sus cargos] por el mismo Raúl Castro, y que ahora salen hablando de la necesidad de tener un diálogo sobre cambios económicos'', mencionó Mora como ejemplo.
Este debate, subrayó, surgió por iniciativa del propio Raúl Castro. ''[En un discurso ante el parlamento, el ahora gobernante interino] habló de la necesidad de tener un debate abierto. Dijo: ``Tráiganme ideas y después decidimos. Convengamos que no es nada democrático, pero indica una aproximación diferente, indica el surgimiento pequeñas islas donde se están pensando más abiertamente'', dijo Mora.
De hecho, ``hay una diferencia entre Raúl y su hermano. Fidel hablaba de la corrupción como algo dentro de la revolución y el comunismo, mientras que Raúl habla del tema en términos de eficiencia económica''.
En términos meramente sociales, ''lo más interesante en estos seis meses es lo que no ha sucedido: no hay indicios de desórdenes en el gobierno ni en la sociedad, no hay una interrupción económica del país y el gobierno funciona normalmente'', indicó Phil Peters, el vicepresidente del Lexington Institute, otro think tank de Washington, D.C.
''Creo que Raúl ha enviado señales muy serias de cómo piensa gobernar y cómo piensa enfocarse en el área económica al promover el llamado perfeccionamiento empresarial'', aseveró Peters.
''Es cierto que no ha dicho cuándo ni cómo cambiará la política, pero sí ha enviado señales, y sabe bien que la gente lo recordará por esos cambios porque eso es lo que espera de él'', subrayó el experto.
Pero la disidencia interna no ve cambio de ningún tipo. ''Ha sido una continuidad del sistema totalitario y no veo por ningún lado la luz al final del túnel. Seguimos siendo hostigados'', dijo a AFP la opositora Martha Beatriz Roque, de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil.
El 31 de julio, como todo el resto del mundo, los opositores quedaron sorprendidos ante el traspaso de poder y la ulterior ''desaparición'' de la vista pública de Raúl Castro durante casi tres semanas.
''Ese día se implantó un compás de espera que también se reflejó en la disidencia. El era el referente, el Comandante dirigía la represión contra todos nosotros. Quedamos a la expectativa, pero tras seis meses, con altas y bajas, se mantiene la crispación de siempre'', enfatizó el presidente del Comité Cubano de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, Elizardo Sánchez Santa Cruz.
La única manifestación pública, además de las misas dominicales de las Damas de Blanco, fue un intento de marcha el 10 de diciembre, el Día de los Derechos Humanos, cuando 200 seguidores de Castro agredieron física y verbalmente a 14 opositores en una plaza de La Habana.
'Nos quedan días de más tensión, sobre todo a nosotras, porque nuestros esposos son prisiones del `Doctor Castro' y nadie se atreve a hacer nada con ellos hasta que se decida la vida de él, que pueda actuar o que Raúl tome el poder definitivamente y defina la situación de estos hombres'', dijo Laura Pollán, la habitual portavoz del grupo.
Mientras, agregó, ``ellos, como todos en el país, también van a estar en un limbo''.
Más optimista, el disidente moderado Manuel Cuesta Morúa sostuvo que en estos seis meses ``ha habido una baja relativa de la represión y un aumento de la vigilancia hacia nosotros. Eso ha creado una vía de distensión ligera que va abriendo paso para fortalecer lo que es inevitable: la cohabitación del gobierno y la oposición''.